jue 26 – dom 29 septiembre 2019
Vivienda, de Madrid a Estocolmo, no al cielo

De Madrid a Estocolmo, no al cielo

Laura Barrio y Tom Youngman acaban de volver de dos conferencias en Estocolmo (Suecia): Tenants Organizing- Precarization and Resistance (Organización de Inquilinas – Precarización y Resistencia) una conferencia académica internacional sobre la organización de las inquilinas en diferentes lugares y momentos históricos, y el Bostadsvrölet (‘Rugido de Vivienda’), la conferencia anual que el movimiento de vivienda sueco celebra desde 2014.

A primera vista, el sistema de provisión de vivienda de Suecia no puede ser más diferente del sistema español. En España según datos de 2018, se estima que tenemos unas 276.000 viviendas sociales1 (1,5% del parque de viviendas principales) y las proyecciones de necesidades futuras de vivienda de alquiler social en España para el periodo 2016-2031 apuntan a 2,6 millones de viviendas2 (15% del parque de viviendas principales).

En Suecia el 30% de la población vive en régimen de alquiler, y de estas viviendas, la mitad son públicas gestionadas por empresas municipales3. Para formalizar los contratos de alquiler privados cuentan con un Sindicato de Inquilinas capaz de negociar convenios colectivos a nivel estatal y, según su legislación, los caseros solo pueden subir los alquileres si realizan reformas significantes en la calidad de las viviendas.

Así de primeras, no suena mal, pero si nos acercamos para ahondar en los detalles, como hemos tenido ocasión de hacer, nos damos cuenta de que las amenazas son muy parecidas, cuando no las mismas: desalojos forzosos, fondos buitre como Blackstone, la exclusión habitacional de los migrantes, listas de espera de más de diez años para acceder a una vivienda pública y para los jóvenes la imposibilidad de emanciparse de casa de los padres.


Un modelo de vivienda ganado por la lucha

Las vecinas suecas consiguieron este sistema de vivienda tras décadas de lucha en la posguerra, cuando la necesidad de vivienda era urgente en ciudades arrasadas. Entre los años 40 y 70 del siglo pasado, las inquilinas protagonizaron huelgas de alquiler y boicots contra los grandes tenedores, organizándose a través de asambleas masivas en las escaleras de los bloques. Su organización llegó a ser tan potente que hasta editaban su propio periódico.

En la década de los 60, como consecuencia de esta lucha, la falta de vivienda se convirtió en un problema político. Con el objetivo de facilitar un lugar donde vivir a todos los residentes en su territorio, Suecia se embarcó en el Programa para un Millón de Casas, un Plan Estatal para construir un millón de pisos públicos para alquiler social en un periodo de 10 años. Con la finalidad de construir un Estado de Bienestar ejemplar, estas viviendas vinieron acompañadas de leyes que regularon estrictamente los alquileres.

 

 

El movimiento de vivienda se institucionalizó en el Hyresgästforeningen, el sindicato de inquilinas mayoritario a nivel estatal, con origen en la Asociación local de Inquilinas de Nynäshamn, un pueblo al sur de Estocolmo, en 1915.
Hoy día colabora con 1.259 asociaciones locales de inquilinas y cuenta con 535.498 hogares asociados que abonan un mínimo de 80 SEK (algo menos de 8 euros) mensuales. Actualmente, sigue negociando los alquileres con la Asociación de Grandes Tenedores y representando los intereses de las inquilinas frente al gobierno.


Nuevas amenazas, nuevas resistencias

Pero el Hyresgästforeningen no ha sido capaz de frenar la desregulación que ha sufrido de una parte importante de la provisión de vivienda desde 1991; la resistencia contra las nuevas amenazas del siglo XXI se ha organizado fuera de este sindicato histórico. Barrios como Husby, un barrio popular de Estocolmo, y Angered, al norte de Gotemburgo, se han organizado para resistir la venta de vivienda pública a los fondos buitres.

Ciudades como Uppsala se han organizado para hacer frente a los ‘renovrakt’ o ‘renovictions’ que traduciríamos al español como renovaciones-desalojo propiciados por subidas en la cuota de alquiler del 50%, 80% o 100%, justificadas por la realización de reformas en los pisos.

Una herramienta de esta lucha que nos gustó mucho es el libro recientemente publicado RENOVRÄKT! Hyresvärdars makt(spel) och hur du tar striden (¡Renovación-desalojo!: el poder (juego) del propietario y cómo pelear) que identifica todas las tácticas de presión económicas y psicológicas que utilizan los grandes tenedores para negociar con las inquilinas. Este trabajo es fruto de importantes investigaciones académicas, que dejan constancia de cómo está desarrollándose el proceso de renovaciones de alquileres 4 5

 

 

La estrategia general es negociar individualmente buscando discusiones entre vecinos y evitar la negociación por bloques o comunidades. Algunas de las tácticas más comunes son ser ‘súper amables’ con las familias para suavizar su reacción en contra de las nuevas condiciones, aunque sin ofrecer ninguna solución razonable, u ofrecer ventajas a corto plazo para incentivar cambios de contrato con efecto muy dañino a largo plazo.

La relación conflictiva entre los colectivos sociales que están luchando actualmente y el histórico sindicato mayoritario de inquilinas fue un tema recurrente durante nuestros cuatro días en Estocolmo. Pero a pesar de las dificultades, las victorias de estas luchas emergentes han tenido su repercusión y, a día de hoy, las vecinas que se organizan fuera del sindicato, están desarrollando su lucha y defendiendo sus reivindicaciones desde dentro del sindicato, y de esta manera, están aprovechando sus recursos y su influencia política.

Sin ir más lejos, durante nuestro fin de semana allí, la presidenta estatal del sindicato estaba presente en el Bostadvrolet, el encuentro anual del movimiento de vivienda organizada al margen del sindicato. Su mera presencia demuestra que esta institución histórica está empezando a escuchar las nuevas voces, aunque la tensión que se evidenciaba en los debates en los que participamos, nos hizo ver el largo camino que les queda por recorrer.

 

Viéndonos de lejos

En nuestro viaje de regreso a casa, nos preguntábamos qué era lo más importante que habíamos aprendido del ejemplo de la lucha en Suecia para compartirlo con todas nuestras compañeras de la Coordinadora de Vivienda de Madrid y de la PAH. Llegamos a las siguientes conclusiones:

En primer lugar, saber agradecer a las Asociaciones de Vecinas por apoyarnos y cedernos espacio cuando surgimos como nuevo movimiento de vivienda, hace diez años. Ellas son el tejido asociativo histórico con el que coexistimos, al igual que el Hyresgästforeningen en Suecia. Las asociaciones de vecinos hoy en día no movilizan cientos de miles de manifestantes por el derecho a la vivienda como hicieron en décadas anteriores, pero siguen activas en los barrios como espacios culturales, representativos y de educación popular. Cuando surgió una nueva ola de movilización social por el derecho a la vivienda tras la crisis financiera de 2008, no tardaron en poner sus recursos al servicio del nuevo movimiento: sin ir muy lejos, encontramos ejemplos en la Asamblea de Vivienda de Usera que se reúne en el local de la Asociación de Vecinos de Orcasur; la Asamblea de Vivienda de Latina que se reúne en la Asociación de Vecinos de Lucero; la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Madrid (PAH Madrid) y la Plataforma de afectados por la Vivienda Pública y Social (PAVPS) que se reúnen en el local de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM); en incluso la Coordinadora de Vivienda de Madrid se han unido con la misma FRAVM en potentes campañas como fue la Iniciativa Legislativa Popular por una Ley Urgente de Vivienda en la Comunidad de Madrid.

En segundo lugar, aprender de la experiencia sueca la importancia de ser capaces de ceder espacio nosotras a otros colectivos ahora que nos toca hacerlo. En los últimos años han surgido varios colectivos nuevos de lucha por la vivienda en bastantes barrios y localidades de nuestro país. La PAH ha desarrollado un modelo de empoderamiento, asesoramiento colectivo y apoyo mutuo que funciona; es nuestro legado y lo debemos defender, pero no debemos aislarnos de influencias y colaboraciones nuevas.

Hemos de ser conscientes de que las condiciones económicas ya no son las mismas que en 2008-2009, momento del estallido de la burbuja inmobiliaria y del surgimiento de la PAH: hay una burbuja de alquiler en auge y la ocupación de pisos vacíos se ha normalizado a lo largo del Estado español. Hay colectivos nuevos representando necesidades que no han encontrado su lugar dentro de nuestras asambleas y tienen nuevas estrategias para combatir nuevas amenazas. Nosotras tenemos muchos recursos que ofrecerles aunque en nuestro caso no sean locales o una plantilla de administrativos; lo que ofrecemos es un modelo de organización asambleario capaz de acoger a personas que parecen totalmente vencidas y empoderarlas hasta lograr un alquiler social de los bancos, de los ayuntamientos, o de quien sea.


Llegando más cerca del cielo

Aunque Estocolmo no sea el cielo, nuestros días allí sí que nos han inspirado a soñar un poco más. La PAH como movimiento surge de una emergencia habitacional y por lo tanto nos cuesta imaginar soluciones más duraderas que un contrato de alquiler social para unos años. Hemos incluido la exigencia de un parque de vivienda pública en régimen de alquiler social dentro de nuestras «5 de la PAH«, pero con stopdesahucios convocados a diario, la verdad es que no estamos luchando por ello.

Estos días nos han hecho ver que las exigencias de largo plazo también se ganan por acción directa y desobediencia. La vivienda pública sueca resultó de una época de huelgas de alquiler; la vivienda pública inglesa resultó de una época de okupaciones en la posguerra; y las remodelaciones y realojos en viviendas públicas resultó en gran medida de la movilización del movimiento vecinal. Y estas luchas siguen.

En las conferencias, quedamos muy impactadas por el testimonio de Jésica de las “Pobladoras Ukamau” de Santiago de Chile, un colectivo de 424 familias con necesidad urgente de vivienda que luchan por la construcción de vivienda social apropiada en su mismo barrio, en el centro de la ciudad. Presentaron una solicitud colectiva a la Agencia Estatal de Vivienda y luego han venido luchando por ello, manifestándose y negociando con las autoridades durante ocho años. Ahora están en la fase final, colaborando directamente con los arquitectos para diseñar tanto la distribución interna de las viviendas, como el entorno de la urbanización, contemplando un lugar de encuentro vecinal, zonas ajardinadas y de juego infantil.

Acción directa en el barrio de la Maestranza (Santiago de Chile)

 

Nuestro caso es diferente, pues con más de 3,5 millones de viviendas vacías en el Estado español6, no necesitamos exigir más edificaciones, pero sí que nos falta soñar a lo grande como las Pobladoras Ukamau.

La expropiación masiva de los pisos vacíos en manos de los grandes tenedores (empezando por la Sareb) para crear un parque suficiente de vivienda pública en régimen de alquiler social solo es una meta improbable si no luchamos por ello.

Tom Youngman y Laura Barrio

1 Amnistía Internacional.
“Derechos desalojados. Derecho a la vivienda y desalojos hipotecarios en España” Madrid 2015
https://grupos.es.amnesty.org/uploads/media/informe_vivienda_jun_15_Derechos_desalojados.pdf


2
 Carme Trilla Bellart y Jordi Bosch Meda. Fundación Alternativas. Documento de trabajo 197/2018.
“El parque público y protegido de viviendas en España: un análisis desde el contexto europeo”
https://www.fundacionalternativas.org/public/storage/laboratorio_documentos_archivos/df921b0eb942d0ce4c114e5463934e1a.pdf


3 https://www.sverigesallmannytta.se/in-english/public-housing-in-sweden/f


4
 Dominika V. Polanska. & Åse Richard.
“Narratives of Fractured Trust in the Swedish Model: Tenants Emotions of Renovation”, Culture Unbound, Volume 11, issue 1, 2019: 141–164. Published by Linköping University Electronic Press: http://www.cultureunbound.ep.liu.se
http://www.cultureunbound.ep.liu.se/v11/a09/cu19v11a09.pdf

 

5 Jennie Gustafsson (in collaboration with Allt åt alla Malmö), Elof Hellström ,Åse Richard & Scott Springfeldt.
“The right to stay put: resistance and organizing in the wake of changing housing policies in Sweden”, Radical Housing Journal, September 2019 Vol 1(2): 191-200 Section: Updates
https://radicalhousingjournal.org/2019/the-right-to-stay-put/

 

6 Según el último censo de poblaciones y viviendas disponible, realizado en 2011